Lacan, Jacques (Paidós, 2012).
Encuentro fortuito entre una máquina de coser y un paraguas. Encuentro imposible entre la ballena y el oso blanco. Uno, creación de Lautréamont; el otro, indicación de Freud.
Ambos memorables. ¿Por qué? Sin duda, ellos conmueven algo en nosotros. Lacan dice qué.
Se trata del hombre y de la mujer. Entre los dos, ningún acuerdo ni armonía, no hay programa, nada pre-establecido: todo está librado al azar, lo que en lógica modal se llama “contingencia”. Nadie se salva. ¿Por qué esta es fatal, es decir, necesaria? Hay que pensar que procede de una imposibilidad. De ahí el teorema: “No hay relación sexual”. Esta fórmula es famosa hoy en día.
En el lugar de lo que así agujerea lo real, hay plétora: imágenes que embaucan y que encantan, discursos que prescriben lo que esa relación debe ser. No son más que semblantes, cuyo artificio el psicoanálisis volvió patente para todos. En el siglo XXI, se lo da por sentado. ¿Quién cree aún que el matrimonio tenga un fundamento natural? Dado que es un hecho de cultura, se consagran a la invención. Se improvisan otras construcciones por todas partes. Será mejor… o peor.
“Hay Uno”. En el corazón del presente seminario, este aforismo, que pasó desapercibido, completa el “No hay” de la relación sexual, al enunciar lo que hay.
Entiendan: el Uno-solo. Solo en su goce (radicalmente autoerótico) tanto como en su significancia (fuera de la semántica). Aquí comienza la última enseñanza de Lacan. Allí reside lo esencial de lo que les enseñó, y sin embargo todo es nuevo, renovado, patas arriba.
Lacan enseñaba la primacía del Otro en el orden de la verdad y en el del deseo. Aquí enseña la primacía del Uno en la dimensión de lo real. Recusa el Dos de la relación sexual y también el de la articulación significante. Recusa el gran Otro, pivote de la dialéctica del sujeto, le deniega la existencia, lo remite a la ficción. Desvaloriza el deseo y promueve el goce. Recusa el Ser, que no es más que semblante. La henología, doctrina del Uno, aquí está por encima de la ontología, teoría del Ser. ¿El orden simbólico? En lo real no es otra cosa que la iteración del Uno. De ahí el abandono de los grafos y de las superficies topológicas en beneficio de los nudos, hechos de redondeles de cuerda, que son Unos encadenados. Recuerden: el Seminario 18 suspiraba por un discurso que no fuese del semblante.
Pues bien, vean en el Seminario 19 el intento de un discurso que partiría de lo real. Pensamiento radical del Un-dividualismo moderno.
Ambos memorables. ¿Por qué? Sin duda, ellos conmueven algo en nosotros. Lacan dice qué.
Se trata del hombre y de la mujer. Entre los dos, ningún acuerdo ni armonía, no hay programa, nada pre-establecido: todo está librado al azar, lo que en lógica modal se llama “contingencia”. Nadie se salva. ¿Por qué esta es fatal, es decir, necesaria? Hay que pensar que procede de una imposibilidad. De ahí el teorema: “No hay relación sexual”. Esta fórmula es famosa hoy en día.
En el lugar de lo que así agujerea lo real, hay plétora: imágenes que embaucan y que encantan, discursos que prescriben lo que esa relación debe ser. No son más que semblantes, cuyo artificio el psicoanálisis volvió patente para todos. En el siglo XXI, se lo da por sentado. ¿Quién cree aún que el matrimonio tenga un fundamento natural? Dado que es un hecho de cultura, se consagran a la invención. Se improvisan otras construcciones por todas partes. Será mejor… o peor.
“Hay Uno”. En el corazón del presente seminario, este aforismo, que pasó desapercibido, completa el “No hay” de la relación sexual, al enunciar lo que hay.
Entiendan: el Uno-solo. Solo en su goce (radicalmente autoerótico) tanto como en su significancia (fuera de la semántica). Aquí comienza la última enseñanza de Lacan. Allí reside lo esencial de lo que les enseñó, y sin embargo todo es nuevo, renovado, patas arriba.
Lacan enseñaba la primacía del Otro en el orden de la verdad y en el del deseo. Aquí enseña la primacía del Uno en la dimensión de lo real. Recusa el Dos de la relación sexual y también el de la articulación significante. Recusa el gran Otro, pivote de la dialéctica del sujeto, le deniega la existencia, lo remite a la ficción. Desvaloriza el deseo y promueve el goce. Recusa el Ser, que no es más que semblante. La henología, doctrina del Uno, aquí está por encima de la ontología, teoría del Ser. ¿El orden simbólico? En lo real no es otra cosa que la iteración del Uno. De ahí el abandono de los grafos y de las superficies topológicas en beneficio de los nudos, hechos de redondeles de cuerda, que son Unos encadenados. Recuerden: el Seminario 18 suspiraba por un discurso que no fuese del semblante.
Pues bien, vean en el Seminario 19 el intento de un discurso que partiría de lo real. Pensamiento radical del Un-dividualismo moderno.