El último año tropecé con una cosa en la que no creía. Hablé mucho de cine, pero lo que tenía en la cabeza no era el cine... (...) Lo que tenía en la cabeza era una clasificación de los signos, de ¡todos los signos del mundo!
Así presenta Deleuze este curso dictado entre fines de 1982 y principios de 1983, que se edita aquí por primera vez en castellano, en el cual el cine quedará subordinado a la titánica empresa de una clasificación general de las imágenes y los signos.
Pero el lector no debe olvidar que los signos son imágenes, y las imágenes bergsonianas no son subjetivas o psicólogicas, no se distinguen de la cosa, de modo que estas clases se convertirán en un gigantesco curso de filosofía sobre el universo material y el tiempo. Filosofía del movimiento, de la percepción, de la acción, de los afectos, de la relación, del tiempo y del pensamiento. La lectura de Bergson y un extenso comentario sobre aspectos de la filosofía de Peirce generalmente despreciados por la lingüística actúan como organizadores. Pero el curso atravesará lugares clásicos de la filosofía: el tiempo en la Antigüedad, el problema de la relación entre el pensamiento y lo real en Descartes, en Leibniz, en los postkantianos y en Hegel, la teoría de lo sublime en Kant, la relación entre la luz y el alma, la filosofía existencial de Pascal, Kierkegaard y Sartre.
Películas, directores, escuelas y corrientes del cine servirán mayormente para confirmar las hipótesis y a veces –como lo dice el propio de Deleuze- como “breves recreos”.
Deleuze no explicita la finalidad de esta empresa monumental. Sugiere un mero gusto, casi un capricho megalómano que compite con el de Peirce. Pero al menos explicita su comunicación con una sensibilidad de época:
Hablo de un mundo sin eje, sin derecha ni izquierda, sin cuerpo sólido. Hablo de este plano de inmanencia de imágenes que actúan y reaccionan unas sobre otras. (...) ¿En qué pensamiento puede aplicarse, en qué arte puede practicarse sino de cierta manera en crear el mundo anterior al hombre? O lo que es igual, en crear el mundo posterior al hombre. ¿Para qué sirve la filosofía, el arte, etcétera? Seguramente tienen que hablarnos del hombre, pero también de lo no-humano. (...) ¿Y qué pasa hoy en día? Diría que de cierta manera hoy estamos habitualmente persiguiendo el plano de inmanencia sin eje, sin cuerpo sólido, sin derecha ni izquierda, el mundo de las imágenes-movimiento en estado puro. ¿Por qué lo perseguimos? Sería un tema saber por qué. Es que quizá sentimos que comprenderíamos muchas cosas si lo alcanzáramos. Y que pasan muchas cosas que van en dicho sentido.
Así presenta Deleuze este curso dictado entre fines de 1982 y principios de 1983, que se edita aquí por primera vez en castellano, en el cual el cine quedará subordinado a la titánica empresa de una clasificación general de las imágenes y los signos.
Pero el lector no debe olvidar que los signos son imágenes, y las imágenes bergsonianas no son subjetivas o psicólogicas, no se distinguen de la cosa, de modo que estas clases se convertirán en un gigantesco curso de filosofía sobre el universo material y el tiempo. Filosofía del movimiento, de la percepción, de la acción, de los afectos, de la relación, del tiempo y del pensamiento. La lectura de Bergson y un extenso comentario sobre aspectos de la filosofía de Peirce generalmente despreciados por la lingüística actúan como organizadores. Pero el curso atravesará lugares clásicos de la filosofía: el tiempo en la Antigüedad, el problema de la relación entre el pensamiento y lo real en Descartes, en Leibniz, en los postkantianos y en Hegel, la teoría de lo sublime en Kant, la relación entre la luz y el alma, la filosofía existencial de Pascal, Kierkegaard y Sartre.
Películas, directores, escuelas y corrientes del cine servirán mayormente para confirmar las hipótesis y a veces –como lo dice el propio de Deleuze- como “breves recreos”.
Deleuze no explicita la finalidad de esta empresa monumental. Sugiere un mero gusto, casi un capricho megalómano que compite con el de Peirce. Pero al menos explicita su comunicación con una sensibilidad de época:
Hablo de un mundo sin eje, sin derecha ni izquierda, sin cuerpo sólido. Hablo de este plano de inmanencia de imágenes que actúan y reaccionan unas sobre otras. (...) ¿En qué pensamiento puede aplicarse, en qué arte puede practicarse sino de cierta manera en crear el mundo anterior al hombre? O lo que es igual, en crear el mundo posterior al hombre. ¿Para qué sirve la filosofía, el arte, etcétera? Seguramente tienen que hablarnos del hombre, pero también de lo no-humano. (...) ¿Y qué pasa hoy en día? Diría que de cierta manera hoy estamos habitualmente persiguiendo el plano de inmanencia sin eje, sin cuerpo sólido, sin derecha ni izquierda, el mundo de las imágenes-movimiento en estado puro. ¿Por qué lo perseguimos? Sería un tema saber por qué. Es que quizá sentimos que comprenderíamos muchas cosas si lo alcanzáramos. Y que pasan muchas cosas que van en dicho sentido.