Contra la nomenclatura psiquiátrica oficial, que define la psicosis, la perversión y la neurosis con características fijas y establecidas, como si se tratara de cuadros al margen del tiempo y del sujeto, la novedad de la enseñanza de Lacan consistió en descubrir en ellas una significación muy distinta, una significación subvertida, no para olvidarlas sino para repensarlas en la interpretación analítica y sus tres dimensiones: simbólica, real, imaginaria.
¿No designa acaso la psicosis lo que puede sucedernos a todos y cada uno de nosotros, puesto que los deseos son, concretamente hablando, locos? ¿No caracteriza la perversión a la sexualidad como tal, en vez de ser un componente maligno y nocivo —y que por lo tanto es necesario erradicar— de un acto presuntamente justo y bueno?¿Puede aún la neurosis, por su parte, calificar a la histeria, que transgrede las identificaciones normativas con la femineidad o la virilidad? Por último, ¿no puede extraer el psicoanálisis una enseñanza del testimonio de artistas como James Joyce, Marguerite Duras, Camille Claudel, André Gide o Henry de Montherlant?
He aquí cuestiones que, junto con el examen del campo institucional del psicoanálisis lacaniano y de las relaciones necesarias de la disciplina con la civilización científica y tecnológica y el sujeto de la ciencia, componen una obra que, con brevedad, concisión y rigor, combina inteligentemente «clasicismo» y renovación.