Por Rudy
Quiero en esta ocasión ceder mi espacio gentilmente [1] a los humildes, a los que no tienen otra manera de poder expresarse que no sea su propia voz, o bien, sus síntomas: los pacientes.
Por el Paciente Jorge Pechobueno [2]
Compañeros:
¡Ha llegado la hora,
o al menos los 50 minutos, de que nosotros, los que día a día refundamos la
industria psicoanalítica, la agricultura del campo freudiano, los “conejillos de
Viena”, dejemos de ser considerados meros “objetos de análisis”, “sujetos del
supuesto pagar” o simplemente “neuróticos anónimos”, tan anónimos que hasta nos
cambian el nombre a la hora de hacer público el caso clínico que
protagonizamos!
Sí, compañeros y
compañeras de diván, ¡nosotros nos pasamos años poniendo libido en desarrollar
síntomas interesantes, invertimos nuestro capital psíquico y económico para
darles trabajo a los psicoanalistas!
¿Y que recibimos a
cambio, ehhh? ¡Muchas veces sólo recibimos un silencio o un “ajá”, un “lo vemos
en la próxima” a cambio de toda nuestra producción, aunque sabemos que para
ellos tiene un valor de cambio mucho mayor.
¡Compañeros, a la
hora de repartir glorias y loores, jamás los comparten con nosotros! ¡Utilizan
excusas claramente capitalistas, como el secreto profesional y la propiedad
privada del discurso, para no incluir nuestro nombre en sus trabajos! ¡Y si lo
hacen, será siempre robándonos una letra, a manera de plusvalía: si nuestro
nombre empieza con “b” usarán una “a” y así sucesivamente! ¡¡¡Y nos llaman
“Caso”!!! ¡¡¡Somos personas, no somos Casos!!!!!
Ellos aducen
“secreto profesional” ¡pero, mienten, compañeros,
mienten!
Si quisieran
mantener algo en secreto, ¿no deberían comenzar por mantener en “secreto
profesional” el nombre del profesional, y no el del
paciente?
¡En su mismo
discurso se delata la censura, aluden y eluden el tema, ya que no hablan de
“secreto paciente” si no de “secreto profesional”!
Porque tampoco se
trata, compañeros, de que nos consideran a nosotros “pacientes profesionales” ya
que en ese caso deberían pagarnos nuestros honorarios, tanto cuando concurrimos
a sesión como cuando no lo hacemos, respetando nuestra trayectoria, nuestros
años de diván y nuestra exclusividad a su servicio… ¡Un psicoanalista puede
tener muchos pacientes a la vez, en cambio, por efecto de una norma caprichosa
impuesta por ellos, no por nosotros, y que nos obligan a seguir, un paciente no
puede tener mas que un analista por vez! ¡Basta de “desigualdades” entre
géneros, los pacientes y los analistas trabajamos juntos, deberíamos tener los
mismos derechos!
¿O acaso,
compañeros, cuando un analista publica un trabajo oculta su nombre por una
cuestión de secreto profesional? ¿Acaso Sigmund Freud firmó “Reinhardt Erzats”,
usando las letras anteriores a la de su propio nombre y apellido para disimular?
¿Acaso Lacan firmó “Imagus Kaminsky”, o Melanie Klein “Lascivia Jones”? ¡No,
compañeros, No! ¡Ellos se cuidan de preservar para la posteridad su nombre y
apellido, en “sus” (¿o debería decir “nuestras”?) Obras
Completas!
¿Por qué debemos
aceptar que ellos figuren con su nombre y nosotros no?, ¿Por qué, sólo en
secreto podemos decir “ese caso por el que mi analista se ganó un premio
institucional, soy yo”, cual amante clandestina
transferencial?
Seamos narcisistas,
pidamos lo posible: Pongámonos en su lugar del supuesto saber, aceptemos que
públicamente ellos deben “mantener su imagen”, que esto podría darles celos a
los demás pacientes, y que uno, también, fue alguna vez “el otro”. ¡Somos
pacientes, nunca la “falta de
paciencia” fue nuestra característica, si no tuviéramos paciencia, seríamos
impacientes!
Está bien, dejemos
que haga su vida pública mientras nosotros somatizamos en silencio. Pero, ¿y en
la intimidad de la sesión, cuando no hay nadie más que el analista y uno en el
consultorio, en ese momento tan especial que conseguimos a tan alto precio sólo
una vez por semana si tenemos suerte? ¿Ahí tampoco? ¿Ahí también tenemos que
limitarnos a contemplarlo/a con orgullo y admiración y festejar “su logro” como
si no tuviéramos nada que ver? ¡¿Nosotros qué somos, nosotros qué somos?!
¡¡¡Somos pacientes, queremos paz, somos pacientes, queremos
paz!
¡No puede ser,
compañeros, que tantos años de militancia, de lucha entre deseo y defensa, de
malestar en la cultura, de análisis terminable e interminable, de tipos
particulares de elección de objeto, de introducción al narcisismo, de bella
indiferencia, de recuerdos encubridores, de fracasos al triunfar, de repetición
y elaboración, de inhibición, síntoma y angustia, de chistes, sueños, lapsus y
fallidos, de olvido de nombres propios, de Edipo no resuelto, sean en
vano!!!!
¿Qué pasó, él/la se
olvido de nuestro nombre propio? ¿No puede incluirnos en su triunfo, no digamos
en los aspectos narcisistas, que nadie pretende meterse en el narcisismo de
otro, pero al menos en los económicos? ¿No puede obsequiarnos una flor, unos
bombones, una sesión gratis, un sueño extra, unos minutos de más, o de menos,
pero claramente en homenaje a nuestra participación en su triunfo? ¿O acaso lo
hubiera logrado sin nosotros?
Dicen que “detrás de
todo gran psicoanalista se esconde siempre un gran paciente”. Ni siquiera nos
tratan de conformar con eso, que tampoco sería justo. ¿Por que esconderse?
¡¡¡Salgamos del diván, Salgamos del diván! Reconozcamos públicamente nuestra
condición de sujetos angustiados, y ansiosos y miedosos ¡hagamos la “marcha del
orgullo neurótico”, en la que los obsesivos puedan marchar varias veces y
tropezar siempre en el mismo sitio, mientras los histéricos miran con bella
indiferencia, y los fóbicos apenas se muestren, eso si se animan a salir de sus
casas!
¡Cantemos la
“Interpulsional”:
“¡Arriba, fóbicos del
mundo/
de pie, con nuestra etapa
anal!/
¡marchemos, todos hacia el
alta,
con la
Interpulsional!”
[1] O sea, a cambio de una buena remuneración.
[2] Nombre de guerra, o de diván, de Fidel Neurotsky, sobrino del licenciado
León, que se ha dedicado, como su tío, al psicoanalisis militante, pero, quizas
como rebeldía generacional, ha decidod militar entre los pacientes, y no entre
los analistas. Fidel ha usado los seudónimos “Comandante Síntoma”, “Jorge
Tedoyelalta”, “camarada Catexia”, e incluso “María Nomealcanza”, este último
cuando decidió infiltrarse clandestinamente en los temas “de género”. Su
militancia es reconocida por muchos psicoanalistas que, aunque quizás nunca lo
digan públicamente, le deben a los años pasados con él, la posibilidad de haber
adquirido conocimientos más profundos, y también autos, casas, viajes, e
incluso, esposas.
Rudy comenzó a trabajar en humor gráfico en1982, en la revista Humor. Desde 1987 es coautor del chiste de tapa de Página/12 junto a Daniel Paz, y desde el mismo año coordina el suplemento semanal de humor del mismo diario. Escribió para televisión en programas de Tato Bores, Kanal K y Peor es Nada. En radio participa desde 2002 en “La Alternativa”. Mantiene una intensa actividad en humor teatral y ha publicado cerca de 40 libros de humor. En 1994 recibió el Premio Konex de Literatura de Humor, y en 2002 el Konex de Humor Gráfico, junto a Daniel Paz.
Tomado de Revista Intersecciones Psi - Revista Electrónica de la Facultad de Psicología de la UBA - AÑO 2 - NÚMERO 3 - JUNIO 2012.